BULNES, UNA ALDEA DE RÉCORD
Nuevo reportaje para revista Ronda Iberia España
Fotos de Oscar Larzábal. Texto de Daniel Burgui
No se puede acceder en coche, tan solo a pie o en funicular: el recóndito pueblo de Bulnes, situado en el corazón del Parque Nacional de los Picos de Europa, es una joya para el turismo rural, gastronómico y de aventura.
Las piernas de Adolfo Campillo, de 22 años, son capaces de unir los pueblos de Poncebos y Bulnes en un tiempo récord: 22 minutos en ascensión. “Eso cuando no tenía esta lesión en la rodilla”, dice el joven asturiano. “Ahora quizás en media hora”, se excusa por si le ponemos a prueba. Tiempos absolutamente extraordinarios para un camino que con suerte y siendo brioso puede demorarse en una hora y media zigzagueando por el curso del río Texu, salvando 500 metros de desnivel y con pendientes de hasta el 18%.
Adolfo usa este ancestral camino como pista de entrenamiento para el atletismo de alta montaña. Este joven ha sido sub-campeón de España en carreras de montaña, ha sido patrocinado por marcas de deporte de fama internacional y ha participado en trails por diferentes cordilleras de máxima competición. Pero durante siglos, ese estrecho sendero, más propio de cabras montesas, fue el único medio de acceso a esta localidad. Y por muy experimentados que fuesen los caminantes la ruta era peligrosa. Adolfo lo sabe bien: su propio abuelo, Rafael, falleció regresando a casa. Una tarde sombría de 1990, la niebla se comió el sendero y su abuelo, desorientado, dio un mal paso y se despeñó por el desfiladero. Su abuela, Guillermina, quedó viuda.
Durante décadas, Bulnes se ganó con rigor el título de uno de los pueblos más recónditos e inaccesibles de España. Sus vecinos medían sus riquezas según los burros que tenían para cargar víveres. Y debían subir electrodomésticos, como lavadoras o frigoríficos, y material de construcción en helicóptero. La luz eléctrica no llegó hasta el 12 de diciembre de 1987. Nunca hubo una carretera ni forma de llegar el automóvil.
No obstante, hoy todo ha cambiado y es más sencillo. Desde el año 2001, un tren subterráneo une a esta localidad con el resto del mundo. Según cuenta su más experimentado maquinista, Felipe Noriega, estos dos vagones eléctricos cambiaron para siempre el provenir de esta localidad. Bulnes ha pasado del aislamiento completo a estar conectado hasta con 4G, internet, Facebook propio y hasta una webcam. Y por eso, esta mañana Adolfo ha subido aun más rápido: en siete minutos y cargado con varias barras de pan. Es el tiempo que tarda el pequeño funicular en recorrer las entrañas de las montañas calizas de Peña Maín. El funicular, que no cierra ningún día del año, fue la solución más sostenible al secular aislamiento del pueblo, revitalizó el valle.
El tren hizo que algunos vecinos regresasen a sus orígenes. Como Alberto Fernández que trabajó 10 años en Stuttgart (Alemania), pero volvió a Asturias y hace un año ha abierto el bar La Llende, en el punto más alto. También Mercedes Mier, que después de vivir en las Islas Canarias regresó a aquí, a la aldea en la que nació para retomar el negocio que su madre Celina abrió en 1974, el restaurante Bulnes; que es hoy la referencia gastronómica y hostelera de este pueblo. Allí se puede saborear cabrito asado, una fabada o un potaje asturiano, como han hecho Marc Rivero y Almudena Molina, una joven pareja de turistas que vienen a este pueblo de postal también en invierno. Conocer este lugar, saborearlo y caminar es el seductor atractivo para multitud de visitantes.
También Bulnes es la puerta de entrada más sencilla al corazón del Parque Nacional de los Picos de Europa; que ese año 2018 está de aniversario. Se cumplen 100 años desde que el rey Alfonso XIII lo destacó como el primer espacio protegido del país bajo el nombre de «Parque nacional de la Montaña de Covadonga». En 2018, los aniversarios son triples: también se celebra año jubilar del Santuario de la Virgen de Covadonga, a pocos kilómetros de aquí, donde el Principado de Asturias ha programado multitud de actividades; y el 1.200 aniversario de la batalla que lleva el mismo nombre. Pero también Guillermina, la abuela de Adolfo está de celebración: el 11 de enero de 2018 ha cumplido 100 años.
Adolfo se ha convertido en el vecino más joven y en empresario: está a punto de inaugurar este año un hostal, Albergue Villa de Bulnes, y quiere emplearse como guía y ofrecer excursiones con raquetas de nieve. Su abuela es hoy la vecina más anciana y hace 50 años abrió la primera casa que daba comidas y refrescos a los primeros e intrépidos escaladores polacos y alemanes que se acercaban aquí al glaciar y al valle que da acceso al imponente Pico Urrellu o Naranjo de Bulnes, que sin ser la montaña de más altitud de la cordillera Cantábrica, destaca como una de las paredes más emblemáticas de la escalada europea. Guillermina y Adolfo condensan toda la historia y futuro de Bulnes, una docena de caserones empedrados que se han ganado fama como uno de los pueblos más pintorescos y bellos de Asturias. Y un paraíso para el turismo rural: un total de 30 sendas homologadas de todo tipo de dificultad, más de 200 picos, ascensiones profesionales o en familia que merecen muchos más de 22 minutos.